domingo, 18 de agosto de 2013

Regalos de Navidad (Kate)

Estaba sentada pensativa mirando la computadora. Estaba claro que hoy no avanzaría mucho en el proyecto, porque la realidad es que mi mente estaba en otro lado. Ya habíamos relevado los VF-11 nuevos, parecían excelentes, así que salvo algunos chequeos de rutina y algunas reparaciones que había que hacer a las naves tras los incidentes de Australia, el grupo técnico contaba con una relativa tranquilidad. La nave estaba lista para partir, habíamos colocado el sistema que faltaba, y en estos días lo habíamos verificado hasta saber que quedo listo.
Pero mi mente seguía en otro lado. Repetía la escena mentalmente, al menos, dos o tres veces cada pocas horas. ¿Tendría que haberlo matado? ¿Y si lo entregaba? ¿Y si le pedía a Igor que lo sacara? No... Yo hubiera hecho lo mismo que él en su lugar. Pero me pesaba la muerte de Sean Phillips. Él era un maldito héroe del 15º Escuadrón. Y yo lo había matado. A un tipo que admiraba. Sabía que era lo mejor, sabía que de esta forma le estaba dando una nueva vida al proyecto de la Cruz al neutralizar, suponía yo, a uno de los líderes insurrectos. Pero él también tenía razón en varios de sus puntos. Lástima... lástima que su visión fuera tan pequeña. Y que hubiera olvidado parte del honor que caracterizaba a la Cruz.
Dejé el proyecto avanzando casi nada, el viaje al espacio me iba a dar tiempo para trabajar en él. Revisé la bandeja de correos... no tenía respuesta de Ed, ni de los por lo menos quince mails que le había mandado a Hank. Por Dios, que él estuviera bien. Era algo que me tenía muy preocupada. Hank era uno de los pocos amigos que me quedaban del pasado, y me rehusaba a pensar que estaba muerto.
La bandeja de salida me recordaba que ya había mandado un mail informándole a los técnicos que íbamos a jugar un Santa Claus secreto como dijo el Teniente Ono, pero entre nosotros el staff técnico. Era una buena forma de unir un poco a los muchachos, y les avisé que antes de partir haríamos un almuerzo entre todos, los que iban y los que quedaban. Quería que reine un buen clima. Así que, sin demasiado que hacer y sin ánimo para trabajar, me fui de compras.
El modelo de lentes negros para Mark ya me había llegado. Por suerte, pude incluir las pavadas que quería que tuviera: un led en el lente para desplegar información, el zoom y el equipamiento de visión nocturna. Era todo tan chiquito que costó enhebrar todo... esperaba que Mark no rompiera todo el día que tuviera que explicarle cómo funcionaba cada cosa.
Las espadas todavía no, pero llegarían. Pedí dos daishos. Uno era para mí, una katana hecha con los mejores materiales, trabajada de forma ancestral... y con la tecnología de punta de la UN Spacy. Ambas fundas contaban con una cruz, pero una era roja y amarilla y la otra era verde y azulada. Estoy segura que a él le van a encantar.
Compré para Ono esos modelos de los veritechs de la Cruz en metal. A Ono, creo, le iban a gustar. Así de paso aprendía las porquerías que teníamos en el pasado. Para Rand y Rook compré una biblioteca llena de clásicos: era la forma en la que les diría que se consigan un hogar. A ellos les encantaba viajar por todos lados, pero quería que tuvieran un lugar para ellos. Un lugar que llamaran hogar. A mi cuñada y a la hermosa de mi sobrina les compré ropa. Lilly iba a querer algo más, pero cómo no sé qué le gusta, opté por dejarle un puñado de billetes en la ropa.
Con Scott y Ariel seguí un principio similar al de Rook y Rand: les iba a regalar una Flor de la Vida de mi colección. No me quedaban muchas, por suerte el antídoto soviético había salvado a las pocas que tenía. Iba con un hermoso macetero para que instalaran en su hogar, que iba siendo hora de que tuvieran uno. A mi buen amigo Lancer le mandé una botella del mejor licor que pude comprar... nadie mejor que él iba a saber apreciarlo.
Para mis técnicos compré una botella de un buen vino para cada uno. También para varios de los pilotos: Paola, Maia, William, Zeddox, Pierce y otros con los que tenía un trato mayor. Y a mí Santa Secreto, que al final me tocó Danya Zaitseva, una de mis técnicas preferidas. Por suerte. Le compré una blusa muy elegante, no era una blusa que la hiciera ver mayor pero tampoco era de jovencita, así que iría genial. Y de regalo extra les daría unos días libres para que pudiera tomarse con el marido y la hija. Y le compré ropa a Ed y un peluche a su hijita, a la que todavía no conocía.
Y dejé el regalo final: un holopendiente. Sería para Vaz. Tenía tantas dudas de lo que iba a hacer, pero el otro día lo vi mal. Lo encendí:
Quiero que sepas que siempre que necesites algo, lo que sea, una sonrisa, un apoyo, un comentario, una idea, un abrazo, me lo digas. Sabe, Vassilij Nevsky, que yo siempre voy a estar a tu lado porque, la verdad sea dicha, yo siempre te voy a amar. -Y sonreí- No te olvides nunca de mí.
Era algo fuerte, pero yo necesitaba llegar a algo. Los últimos tiempos habían sido duros, muy extraños. No quería exigirlo, pero entre la decepción que me causó su rechazo inicial, su convicción de que yo lo había abandonado, mis sentimientos que habían vuelto a aflorar, porque la realidad es que él y yo nunca terminamos nuestra relación, y el hecho de vernos frecuentemente, hacían que yo necesitara saber dónde estaba parada. Necesitaba saber si podía esperarlo, si podía buscar otros horizontes para mi vida... si me necesitaba. Había sido la pareja más duradera de mi vida, la que me agarró en un período de madurez, una en la que había depositado muchísimas esperanzas en su momento y que había sido abruptamente cortada. Escribí una carta para él.
Hola Vaz. Quizás te estés preguntando el porqué del mensaje. Es la verdad, pura. Esos son mis sentimientos. Creo que todavía te amo y quisiera tener una nueva oportunidad a tu lado. Pero entiendo que pasaron muchos años entre nosotros, que no sos la misma persona y que estás con problemas personales. Aun así, quiero acercarme a vos, incluso aunque me toque salir lastimada. Y si no queres estar conmigo como tu pareja, espero que al menos me aceptes como tu amiga....
Tiré la carta a la basura. Me parecía demasiado "dulce" y... no sé, me dio la sensación de que no estaba planteando la relación de igual a igual. Tenía que reformular el holopendiente. Decir algo que sintetice lo que siento, no fuera demasiado abrumador, y se sintiera como algo que dijera "si vos queres". Estuve un rato largo pensando qué decir. Después de un tiempo, un sencillo registro vino a mi mente. Tenía que ser algo que quizás él chequeara cada tanto, no un mensaje de momento, sino algo atemporal.
Grabé un nuevo registro en el holopendiente:
Empecé mirando el registro y sonreí. En el caso de funcionar como recordatorio, tenía que dejarle una sonrisa alegre.
Vassilij Nevsky... Te amaré por siempre.
Ahí terminé la grabación. Era clichado pero directo. Revelaba mis sentimientos, era atemporal, si él no quería estar más conmigo, al menos que supiera lo que yo sentía. Empecé una nueva carta:
Feliz navidad, Vaz. Ojalá cuando quieras abrir tu corazón, dejes que yo sea quién abra la puerta.
Guardé las cosas. Se las daría en navidad. Y llegaría a saber dónde estaba parada.

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